Relajándome.

Lo miró desde abajo -¿Viejos amigos? -enarcó una ceja, sabía que le ocultaba algo, pero no quería usar sus poderes en él, no le parecía.. correcto. Se sonrojó al pensar eso, jamás nada ni nadie le habían impedido usar sus poderes para conseguir lo que quería.

-Acabo de conocerte, no puedo contarte toda mi vida -aclaró, ensombreciendo su semblante. -Dime algo tu.. ¿Trabajas?

Alzó una ceja. -Veo que no tienes ni idea de con quien estás hablando -murmuró, divertida- Soy la respetable Ministra de la Magia.

Sorprendido, dejó caer la mano con la cual la acariciaba. -La verdad, no tenía idea -rió nervioso- Cargo imporante.. ¿no?

-Demasiada responsabilidad -bufó, algo molesta. Tomó nuevamente su mano, y la colocó en su mejilla.- ¿Trabajas de algo?

Acarició sus pómulos suavemente. -En este momento no, estoy buscando algún trabajo..

-En cuanto sepa de algún puesto libre, te aviso -rió musicalmente.- Um, ¿dónde vives? -preguntó curiosa, perdida en sus ojos.

-Aquí, en el Palacio de Hielo -repondió, señalando con una mano. - ¿Te molesto?

-Para nada -contestó, tranquila. -Pero.. ya debo marcharme, lo siento. -Le sonrio.

-Perdonada -sonrió encantadoramente. -Prométeme que nos volveremos a ver -susurró, sus ojos brillaban. -No creo poder vivir sin tu aroma..

Esbozó una sonrisa, feliz. -Por supuesto que nos volveremos a ver, recuerda que vivimos en el mismo palacio. Además, estás invitado a mi despacho cuando gustes. Yo tampoco creo poder vivir sin tu aroma.

-Bien, entonces, adios -susurró sonriente, incorporándose y tendiéndole una mano para ayudarla.

Esbozó una sonrisa, feliz. -Hasta luego, Edward. -besó su mejilla, y se dirigió a paso humano hacia el palacio.

La observó marcharse. Sonrió imperceptiblemente. Desapareció de allí.

Desapareció de allí, elegante.